Haber ejercido la medicina por más de medio siglo de continuo y sin vacaciones nos coloca en una posición privilegiada para evaluar las distintas etapas en los avances del arte de curar, rehabilitar y prevenir las enfermedades. Igualmente hemos visto implementar nuevos modelos de estilos de comportamiento humano que ayudan a una larga vida libre de muchos achaques que en el pasado restaban calidad y hacían de la vejez un castigo individual y una carga social.
Sesenta años atrás el aula universitaria era un amplio salón sagrado en el que un erudito, bien vestido catedrático hacía gala de su sapiencia, dejando estupefacto al novel estudiantado. Aquellos profesores narraban sus destrezas aprendidas, haciendo hincapié en la utilidad del historial clínico, examen físico, estudios básicos de laboratorio y de una placa radiográfica para arribar a un diagnóstico e implementar una terapia efectiva.
Para ese entonces el discípulo hipocrático sólo veía pacientes, es decir, enfermos; medio siglo después sólo vemos clientes para un chequeo o consulta previamente autorizada por una compañía aseguradora privada o estatal. En el mundo desarrollado en donde las personas tienen cubierta sanitaria privada, se crea una cita anual automática.
El individuo llega al sitio en la fecha y hora indicada en donde previamente se ha llenado un largo formulario de preguntas acerca del estado de salud pasada y presente, tanto familiar como individual. Pasa al laboratorio donde toman sangre y orina para una analítica rutinaria. Acto seguido un asistente médico registra la estatura y el peso del cliente, también le toma la temperatura, pulso, presión arterial, así como los niveles de oxígeno sanguíneo.
Luego aparece el médico quien después de un brevísimo saludo pasa a colocarse frente a la pantalla de una computadora desde donde pregunta si hay algo preciso o especial que deseamos consultar. De modo casi inmediato coloca su estetoscopio en el pecho del examinado para luego observar y palpar el abdomen.
Regresa el facultativo al teclado del sistema para ingresar sus observaciones. La impresión diagnóstica alcanzada por un programa de inteligencia artificial es rubricada por un evaluador médico. La formulación terapéutica previamente consensuada acorde con la cobertura del seguro es emitida y el cliente puede pasar a recoger las medicinas a la farmacia indicada.
Recientemente la Revista New England Journal of Medicine en su último número correspondiente a la fecha 30 de noviembre de 2023 reporta que la Agencia norteamericana de Alimentos y Medicamentos, conocida por sus siglas en inglés como FDA, autoriza anualmente unos tres mil aparatos médicos, tanto para fines diagnósticos como terapéuticos.
Estos adelantos tecnológicos están cambiando aceleradamente el modo en que se ejerce la medicina en los Estados Unidos de Norteamérica. Existen equipos a manera de relojes digitales que recogen valores en la piel que miden continuamente los niveles de azúcar en diabéticos sin necesidad de extraer sangre con una aguja. Igualmente se instalan diminutas bombas en venas de modo permanente a través de las cuales se aplican los fármacos en la cantidad y tiempo que el caso lo amerite. Existen programas de inteligencia artificial que diagnostican, formulan y dan seguimiento a los pacientes las 24 horas, especialmente a enfermos cardíacos.
Mientras tanto en el concierto del gran mundo en desarrollo el galeno de carne y hueso sigue siendo un gran paño de lágrimas.